Edificio de planta rectangular adaptado a la orografía. La estancia es el resultado de apoyar sobre la muralla sur y la roca del interior una bóveda de cañón de ladrillo, dando lugar a un espacio semisótano o semienterrado.

A su interior se accedía a través de una gran puerta configurada por un arco de medio punto de sillares de arenisca. Para la iluminación y ventilación de la estancia se abren cinco aspilleras alargadas. La pavimentación de esta sala era una gruesa capa de mortero de cal que nivelaba los diferentes socavones orográficos, llegándose incluso en algunos puntos a recortar la roca para eliminar barreras físicas. Este tipo de pavimento facilitaba la limpieza de la sala, expulsando los excrementos de los animales a través de dos viertes agua.

El gran tamaño de la sala, capaz de albergar una gran cantidad de caballos y ganado, y su situación fronteriza con el reino nazarí, nos hace pensar que el castillo era utilizado como lugar de concentración de tropas para realizar incursiones o racias a territorio enemigo con el objetivo de arrasar campos, destruir villas y obtener el mayor botín posible a través de rehenes, ganado y bienes muebles.

El gran tamaño de estas caballerizas ha propiciado una doble función a lo largo de su historia. Además de albergar animales y la caballería de los ejércitos durante las batallas, en la primera mitad del siglo XX, fue un secadero de tabaco. Actualmente, las caballerizas están musealizadas y tematizadas. De hecho, tras su restauración, se utilizan como espacio de cenas y comidas temáticas típicas de la Edad Media, especialmente durante el transcurso de las Fiestas Calatravas.

 

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